El precio del triunfo
MARQUÉS.- Francamente, señor; no me hallo dispuesto a revestir con el lenguaje de vuestros palaciegos lo que he pensado como ciudadano del mundo; porque, desde el día en que rompí mis relaciones con el poder, me creí también exento de la necesidad de explicarle los motivos de mi determinación.
REY.- ¿Acaso estos motivos son frívolos, puesto que teméis manifestarlos?
MARQUÉS.- Si dispusiera del tiempo necesario para explicarlos extensamente, arriesgaría por ello mi vida; mas yo os confesaré la verdad, si no me negáis este favor. Puesto que me hallo en el caso de escoger entre vuestro desdén y vuestro odio, prefiero pareceros antes un criminal que un loco.
REY.- (Con curiosidad.) Veamos.
MARQUÉS.- Señor, yo no puedo ser el servidor de los príncipes. (El REY le mira con sorpresa.) No quiero engañar al comprador; si os dignáis emplearme en vuestro servicio, querréis sin duda de mi actos meditados y pesados anticipadamente; querréis mi brazo y mi valor para el campo de batalla, mi cabeza para los consejos. El fin de mis acciones no deberá hallarse en ellas, sino en la acogida que encuentren al pie del trono. Mas para mí, señor, la virtud lleva su precio en sí misma, y me place derramar por mi propia cuenta los beneficios que el Rey derramaría por mis manos; quiero que este trabajo sea para mí la obra de la inclinación, un gozo; no la obra del deber. ¿Es este vuestro pensamiento? ¿Podréis soportar un acto extraño a vos, en vuestra creación? ¿Y yo debo descender a ser el cincel, cuando puedo ser el artista?... ¡Ah! Señor; yo amo a la humanidad, y en las monarquías sólo puedo amarme a mí propio.
REY.- Me parece muy digno de elogio vuestro entusiasmo. Queréis hacer el bien. Al hombre cuerdo y amante de su patria, poco le importa cómo realizará este deseo. Buscad en todo mi reino un puesto, que os permita entregaros a tan nobles inclinaciones.
MARQUÉS.- No veo ninguno.
REY.- ¡Cómo!
MARQUÉS.- V. M. quiere sembrar por mis manos la felicidad de los hombres, ¿pero ésta es la misma que yo les deseo en la pureza de mi amor? Ante ella temblaría la majestad de los reyes. No; la política de los tronos ha creado una felicidad especial que puede distribuir todavía con largueza ha sembrado en el corazón de los hombres nuevas inclinaciones que se contentan con aquélla; ha marcado con su sello la verdad que puede soportar, y cuantas no llevan esta marca son rechazadas. ¿Pero lo que place a la corona me place a mí? ¿El amor fraternal que siento por el hombre, puede prestarse a la tarea de rebajar al hombre? ¡Cómo puedo creerle feliz, despojado del derecho de pensar! No me elijáis, pues, para distribuir una dicha vaciada en vuestros troqueles; rehúso ser un repartidor de vuestra moneda.
Este fragmento pertenece a la escena X del acto III de Don Carlos, infante de España de Friedrich Schiller. En él se narra el primer encuentro entre el Marqués de Poza y el Felipe II, a lo largo del diálogo el marqués muestra una falta de sensibilidad ante el poder del rey, no teme el castigo, o si lo hace, prefiere sufrirlo antes que callar y agachar la cabeza. Es el primero que planta cara a su majestad, anteponiendo sus principios e ideales a los deseos del monarca.
Puede que a lo largo de la historia cometa actos que pongan en entredicho su moral, pero en esta ocasión me parece admirable la rectitud con la que defiende sus propósitos, sin ceder ante el poder y sus consecuencias, al contrario de los nobles y todo miembro de la corte que ansiaba un puesto privilegiado.
¿Cuántas veces hoy en día nos dejamos llevar por lo que dicen los demás? Todos intentamos encajar de algún modo en la sociedad, encontrar nuestro sitio dentro de ella y dejar marca, en la época de Carlos el poder lo tenía el rey, ahora lo tienen las redes sociales. Mantenerse ajeno a la tendencia, la moda, el influencer de moda, etc. es todo un reto y el límite lo ponemos nosotros, pero, dónde situarlo sigue siendo un dilema sobre todo si no sabemos quiénes somos dentro de una sociedad de masas.
Hace poco Cerveza 1906 hizo un anuncio entorno a este tema, dejando de lado el objetivo comercial, me parece bastante interesante el experimento y creo firmemente que si el marqués hubiese participado seguro hubiese llegado el primero a la cima.
El marqués es una de las figuras trascendentales en esta obra de Schiller, siempre fiel a sus principios y dispuesto a sacrificarse incluso a si mismo en el proceso. Shorty de Fernando Costa es una canción que puede identificar muy bien a este personaje en el sentido del sacrificio, aunque el cantante hable del tema enfocándolo en el amor, ambos comparten la connotación de darlo todo, incluso llegando a la muerte, por aquello que quieres o amas.
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