Adicciones peligrosas

Los candelabros de plata... el peligro de que su marido descubriese pronto que habían hecho un viaje a Peñaranda de Bracamonte... el medio de evitar esto... el señor de Pez, su ideal... ¡Oh, qué hombre tan extraordinario y fascinador! Qué elevación de miras, qué superioridad!... Con decir que era capaz, si le dejaban, de organizar un sistema administrativo con ochenta y cuatro Direcciones generales, está dicho lo que podía dar de sí aquella soberana cabeza... ¡Y qué finura y distinción de modales, qué generosidad caballeresca!... Seguramente, si ella se veía en cualquier ahogo, acudiría Pez a auxiliarla con aquella delicadeza galante que Bringas no conocía ni había mostrado jamás en ningún tiempo, ni aun cuando fue su pretendiente, ni en los días de la luna de miel, pasados en Navalcarnero... ¡Qué tinte tan ordinario había tenido siempre su vida toda! Hasta el pueblo elegido para la inauguración matrimonial era horriblemente inculto, antipático y contrario a toda idea de buen tono... Bien se acordaba la dama de aquel lugarón, de aquella posada en que no había ni una silla cómoda en que sentarse, de aquel olor a ganado y a paja, de aquel vino sabiendo a pez y aquellas chuletas sabiendo a cuero... Luego el pedestre Bringas no le hablaba más que de cosas vulgares. En Madrid, el día antes de casarse, no fue hombre para gastarse seis cuartos en un ramo de rositas de olor... En Navalcarnero le había regalado un botijito, y la llevaba a pasear por los trigos, permitiéndose coger amapolas, que se deshojaban en seguida. A ella le gustaba muy poco el campo y lo único que se lo habría hecho tolerable era la caza; pero Bringas se asustaba de los tiros, y habiéndole llevado en cierta ocasión el alcalde a una campaña venatoria, por poco mata al propio alcalde. Era hombre de tan mala puntería que no daba ni al viento... De vuelta en Madrid, había empezado aquella vida matrimonial reglamentada, oprimida, compuesta de estrecheces y fingimientos, una comedia doméstica de día y de noche, entre el metódico y rutinario correr de los ochavos y las horas. Ella, sometida a hombre tan vulgar, había llegado a aprender su frío papel y lo representaba como una máquina sin darse cuenta de lo que hacía. Aquel muñeco hízola madre de cuatro hijos, uno de los cuales había muerto en la lactancia. Ella les quería entrañablemente, y gracias a esto, iba creciendo el vivo aprecio que el muñeco había llegado a inspirarle... Deseaba que el tal viviese y tuviera salud; la esposa fiel seguiría a su lado, haciendo su papel con aquella destreza que le habían dado tantos años de hipocresía. Pero para sí anhelaba ardientemente algo más que vida y salad; deseaba un poco, un poquito siquiera de lo que nunca había tenido, libertad, y salir, aunque solo fuera por modo figurado, de aquella estrechez vergonzante. Porque, lo decía con sinceridad, envidiaba a los mendigos, pues estos, el ochavo que tienen lo gozan con libertad, mientras que ella...

Venciola el sueño. Ni aun sintió el peso de Bringas inclinando el colchón. Al despertar, el primer pensamiento de la ilustre dama fue para los candelabros prisioneros.

    -¿Qué tal te encuentras?

    -Me parece -dijo el esposo dando un gran suspiro-, que no voy tan bien como esperaba. Estoy desvelado desde las cuatro. He oído todas las horas, las medias y los cuartos. Siento escozor, dolor, y la idea de recibir la luz en los ojos me horroriza.

Pasose la mañana en gran incertidumbre hasta que vino el doctor. Este se mostró descorazonado y un tanto perplejo, titubeando en las razones médicas con que explicar el retroceso de la enfermedad del pobre Thiers. ¿Era resultado de un poco de exceso en la comida...? ¿Era un efecto de la belladona y desaparecería atenuando la medicación? ¿Era...? En una palabra, convenía volver al reposo, no impacientarse, resguardar absolutamente los ojos de la luz, y ya que no se resignaba a permanecer en la cama, no debía moverse del sillón ni ocuparse de nada ni tener tertulia en el cuarto... La tristeza con que mi buen amigo oyó estas prescripciones no es para dicha. ¿Ves, ves? -le dijo su esposa hinchando desmedidamente la nariz-. Ahí tienes lo que sacas de hacer gracias, de querer curarte en dos días. Te lo vengo diciendo, y tú... Si eres un chiquillo... 

Aunque Rosalía es casi la antípoda de Pepita Jiménez, ambas muestran una gran evolución a lo largo de sus novelas, se apropian de sus deseos y comienzan a obrar en favor de su consecución en vez de someterse al deseo de quienes les rodean. En el caso de la mujer de Bringas, este "despertar" es más violento, con más implicaciones, descubre una mujer completamente nueva que ni ella misma conocía.

Este fragmento del texto me parece una de las claves para entender a este personaje. Tras una vida de sometimiento a las reglas de su marido, únicamente entregada a la familia y a sus cuidados, obligada a sacrificar sus gustos, llega una manteleta que le hace experimentar el riesgo de tomar el control de su propia vida  y cómo volver atrás cuando se experimenta eso. Parece que se vuelve auténticamente loca, comienza a trapichear con lo que está su alcance para deshacer el error, pero en realidad es como un adicto que necesita una última dosis, se dice que no volverá a pasar, pero es una espiral en la que los errores se van acumulando, hay momentos de arrepentimiento, en los que se propone no seguir con la locura pero siempre hay algo que le obliga a seguir. Cuando la deuda es tan grande, la necesidad le obliga a experimentar sus propios límites, renunciando a su honra y a sus principios, para descubrir aún mayor desesperación que la anterior cuando sus planes se ven truncados.

En definitiva, Rosalía es como una niña que experimenta por primera vez la libertad, cuando por fín es consciente del poder que en realidad tiene y del que le estaban privando se revela, el dinero también le pertenece a ella, y al igual que Francisco, merece gastarlo en lo que ella considere. Las pretensiones de la sociedad en la que se mueven juegan también un papel importante en su caída, allí no importa quién eres en realidad, sólo quién aparentas ser, la de Bringas se sumerge de lleno en este complicado juego, y al final acaba perdiendo.

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